domingo, 13 de abril de 2008

¡Que comience el Show!

Concentrados frente a una pequeña pantalla, un grupo de televidentes mira un programa de televisión y parece que un objeto de veneración esta allí. Sin duda alguna, esa pantalla que emite con igual intensidad luces, sonidos, imágenes y contenidos, ejerce sobre los espectadores una suerte de embrujo… que nos atrapa.
En esta especie de hechizo que ejerce la televisión, y las distintas fórmulas que utiliza para tal cometido, la audiencia, en algunos casos, comienza a perder la noción entre lo que esta bien y lo que está mal.
En la actualidad es frecuente ver que cada vez son más los que caminan por la vida con una enorme cruz a cuestas y un sueño para cuya realización no existe una persona desinteresada, dispuesta a dar su vida por los demás.
Cada uno anda con su “pequeño” sueño a cuestas, porque las pretensiones soñadoras en este mundo son inversamente proporcionales a la indiferencia ajena. Eh aquí la gran paradoja de la globalización; tan comunicados para entendernos cada vez menos; para no tomarnos nunca un minuto para mirar al otro.
Esto viene a cuenta del ya archifamoso formato televisivo en el cual un desconocido, hombre o mujer, busca la realización de sus sueños de la mano del ego ajeno por medio del baile; y el resultado es el diferencia entre esos pocos que pudieron tener acceso a sus anhelos y aquellos que buscan cumplir un deseo, talvez mucho menor, pero igualmente importante.
Era de esperar que la versión “a la argentina” de Bailando por un Sueño, fuera una verdadera guerra de vanidades. La realidad es un show en donde se ponen a “duelo” las carencias y noblezas, y salir al ruedo, o al “toro” como lo afirma el “prestigioso” jurado, es exponerlas abiertamente.
Los famosos, por su parte, acompañan con sudor y camiseta transpirada el objetivo del anónimo, sin dejar de usar a la televisión, ese monstruo que todo lo devora, para recobrar, en muchos casos, la fama perdida de sus carreras artísticas.
Por lo tanto no es en vano los vaivenes verbales y las oposiciones de intereses personales, ya que con eso se demuestra que quienes ganan verdaderamente son los “famosos” y los productores que recurren a esos enfrentamientos y, al mismo tiempo, a las necesidades ajenas para montar su show. Solo quieren un numerito mas en una medición diaria, llamada “rating”, usando el recurso que sea.
Eh aquí la doble vertiente entre la búsqueda de beneficios por parte de los medios, y la pérdida de visión de una sociedad que se olvida que lo que tanto necesitan esos soñadores deben ser repuestas concretas de otros.
Hoy como futura periodista y consumidora del show business es que confirmo que al fin y al cabo a “bailando”, con más o menos posibilidades, todos van por un sueño; la cuestión sería que la mirada del otro pudiera estar más atenta y que no hagamos el triste juego del “al don pirulero”.

Gisella Filas

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